Arbolito dime tú
Me gustaría ver la cara, la expresión, de ese espectador ocasional que acudió a una sala de cine para ver la nueva película de Terrance Malick, The Tree of Life (El árbol de la vida, 2011), esperando ver la nueva de Brad Pitt o Sean Penn. Gran desafío son los primeros 40 minutos de la cinta del (¿Extraño?) director que con 67 años solo ha dirigido cinco largometrajes en su carrera. Pero, me pregunto, ¿De qué va Malick? El tipo aparece cada un par de años y tira bombas cinematográficas que despiertan pasiones, amores y odios, pero por sobretodo curiosidad. Y es que justamente The Tree of Life es eso, un enigma, una caja de pandora que responde incógnitas generando a su paso el doble de interrogantes.
Hay que comenzar, desglosando la figura simbólica del árbol. Símbolo eterno del nacimiento, la vida y la muerte. La trama encierra dicho ciclo en una conexión entre el pasado y el presente de una familia texana de los años cincuenta. Un padre opresor, severo pero no maltratador (Brad Pitt), una madre sumisa, cariñosa y ama de casa full time (Jessica Chastain) y los tres chicos (Hunter McCracken, Laramie Eppler, Tye Sheridan). La historia es un vaivén de las consecuencias de la muerte de uno de los hermanos, y como dicho episodio afectó definitivamente a la familia siendo, el Jack del presente (Sean Penn), un prisionero del arrepentimiento, del tiempo no aprovechado.
Ahora bien, como dije, hay que pasar los primeros 40 minutos. Durante ese tiempo no se sabe que es lo que se está viendo exactamente. Una metáfora inconclusa. Lo que parece un random de wallpapers dignos de Windows 7 construye un viaje cósmico representado por los cuatro elementos (aire, fuego, tierra y agua) que sumado a un quinto elemento universal, el amor, dará forma nada más y nada menos, que a la vida misma. Malick nos obliga a emprender ese viaje para llegar al quinto paso, a la familia, al amor filial y fraternal. Compacto en un párrafo parece simple, pero no lo es, de hecho es una cinta con una estructura compleja, pesada, que para ciertos espectadores se puede tornar insoportable.
En los aspectos más técnicos debo decir que me llamó poderosamente la atención el guión. Una especie de frases sueltas, cortas, en off y con un sentido existencial terminante. Como sospechaba los chicos nunca tuvieron un guión, salvo algunas indicaciones precisas. Pitt y Chastain están perfectos, entre rabia, melancolía e incertidumbre. Penn aparece en cómodas cuotas y sin un fin claro, quizá la gran falla del filme. Como obviar la impecable y bellísima fotografía digna de todos los premios que se le cruce, he dicho. Malick juega como quiere con la cámara, de arriba, de abajo, por momentos marea, pero se ve clara la intención de conducir al espectador a ver. Planos detalles hermosos.
Para ser sincero es la primera obra que visiono del director estadounidense. Sigo expandiendo mis horizontes cinéfilos, algo que comencé hace pocos años con la madurez. Solo puedo concluir diciendo que The Tree of Life es una película que trata algo tan simple como la vida en términos altamente complejos, una acertadísima metáfora. Lejos de ser un filme religioso, y más bien espiritual, es un viaje que merece ser tomado y desde allí, según uno, forjar sus propias conclusiones. Para pensar.