lunes, 17 de octubre de 2011

Reviews: El árbol de la vida


Arbolito dime tú 



Me gustaría ver la cara, la expresión, de ese espectador ocasional que acudió a una sala de cine para ver la nueva película de Terrance Malick, The Tree of Life (El árbol de la vida, 2011), esperando ver la nueva de Brad Pitt o Sean Penn. Gran desafío son los primeros 40 minutos de la cinta del (¿Extraño?) director que con 67 años solo ha dirigido cinco largometrajes en su carrera. Pero, me pregunto, ¿De qué va Malick? El tipo aparece cada un par de años y tira bombas cinematográficas que despiertan pasiones, amores y odios, pero por sobretodo curiosidad. Y es que justamente The Tree of Life es eso, un enigma, una caja de pandora que responde incógnitas generando a su paso el doble de interrogantes.





Hay que comenzar, desglosando la figura simbólica del árbol. Símbolo eterno del nacimiento, la vida y la muerte. La trama encierra dicho ciclo en una conexión entre el pasado y el presente de una familia texana de los años cincuenta. Un padre opresor, severo pero no maltratador (Brad Pitt), una madre sumisa, cariñosa y ama de casa full time (Jessica Chastain) y los tres chicos (Hunter McCracken, Laramie Eppler, Tye Sheridan). La historia es un vaivén de las consecuencias de la muerte de uno de los hermanos, y como dicho episodio afectó definitivamente a la familia siendo, el Jack del presente (Sean Penn), un prisionero del arrepentimiento, del tiempo no aprovechado.





Ahora bien, como dije, hay que pasar los primeros 40 minutos. Durante ese tiempo no se sabe que es lo que se está viendo exactamente. Una metáfora inconclusa. Lo que parece un random de wallpapers dignos de Windows 7 construye un viaje cósmico representado por los cuatro elementos (aire, fuego, tierra y agua) que sumado a un quinto elemento universal, el amor, dará forma nada más y nada menos, que a la vida misma. Malick nos obliga a emprender ese viaje para llegar al quinto paso, a la familia, al amor filial y fraternal. Compacto en un párrafo parece simple, pero no lo es, de hecho es una cinta con una estructura compleja, pesada, que para ciertos espectadores se puede tornar insoportable.

En los aspectos más técnicos debo decir que me llamó poderosamente la atención el guión. Una especie de frases sueltas, cortas, en off y con un sentido existencial terminante. Como sospechaba los chicos nunca tuvieron un guión, salvo algunas indicaciones precisas. Pitt y Chastain están perfectos, entre rabia, melancolía e incertidumbre. Penn aparece en cómodas cuotas y sin un fin claro, quizá la gran falla del filme. Como obviar la impecable y bellísima fotografía digna de todos los premios que se le cruce, he dicho. Malick juega como quiere con la cámara, de arriba, de abajo, por momentos marea, pero se ve clara la intención de conducir al espectador a ver. Planos detalles hermosos. 




Para ser sincero es la primera obra que visiono del director estadounidense. Sigo expandiendo mis horizontes cinéfilos, algo que comencé hace pocos años con la madurez. Solo puedo concluir diciendo que The Tree of Life es una película que trata algo tan simple como la vida en términos altamente complejos, una acertadísima metáfora. Lejos de ser un filme religioso, y más bien espiritual, es un viaje que merece ser tomado y desde allí, según uno, forjar sus propias conclusiones. Para pensar.             

sábado, 15 de octubre de 2011

Reviews: Drive



Baby, you can drive my car ♫ 


Dime dónde comenzamos, a dónde nos dirigimos, a dónde iremos después. Cuando lleguemos ahí te daré cinco minutos. Pase lo que pase en esos cinco minutos. En cuanto lo decida estarás por tu cuenta. No me siento mientras lo escribes. No me importa tu arma. Yo conduzco. A eso llamo yo, separar el trabajo del placer, aunque la línea se desvirtúa para el protagonista de Drive (2011), la nueva película de Nicolas Winding Refn, a medida que los minutos corren. ¡Acelérele chofer!   






Ryan Gosling interpreta a un solitario conductor de Los Ángeles que tiene una, por así decirlo, vida paralela. De día es doble de riesgo en películas de acción a lo Fast and Furious (Rápido y Furioso, 2011 a 2011) y de noche la juega de pibe de los mandados para la mafia y otros delincuentes, que contrato mediante, lo deja al final del trabajo exclusivamente en condición de conductor, liberándose de toda culpa o conexión futura. Una creciente relación con su vecina Irene (Carey Mulligan) y su pequeño hijo, obligará al conductor a mezclar afectos con trabajos con consecuencias oscuras.

En un principio Drive pinta una mezcla exótica entre Taxi Driver (1976) y The Transporter (El transportador,2002) que se aleja de la exitosa saga de Walker y Diesel por no caer en autos bonitos y llantas gastadas. Algo evidente es la forma en que fue concebido el guión, desconcertante, quizá ellos mismo comenzaron el rodaje no sabiendo bien a que iban. No obstante la película toma forma pasada la mitad, dejando claro que no es una historia sobre autos, tampoco sobre carreras, más bien es sobre la acción de manejar. Las muy bien logradas escenas de manejo, con ronroneo de motores incluido, suben al espectador a dar una vuelta, eso por sobre seguro.





Qué decir de Gosling, un actor todo terreno que puede hacer The Notebook (Diario de una pasión, 2004), pasar por Lars and the real girl (Lars y la chica real, 2007) y llegar hasta aquí. Quizá su personaje genere impaciencia, sus largos silencios, sus sonrisas a medias, mezcladas con algún que otro ataque violento. Gran acierto la banda sonora, que buena música para salir a manejar, mucho sintetizador generador de desnivel e incertidumbre, y ese zumbido casi constante en la mayoría de las escenas, por cierto, original.

Los amantes de las franquicias joystickeras como Drive o Grand Theft Auto la amarán. Los que esperan algo movidito, rutas, explosiones y chicas, la odiarán. Nicolás Winding Refn, un director poco conocido comercialmente, logró una película entretenida pero no tan fuerte argumentalmente. Una lástima.           

viernes, 7 de octubre de 2011

Reviews: Arrietty y el mundo de los diminutos




Pequeños 
      Grandes 
          Amigos





Por más tecnología digital que exista, soy uno de los que se atreve a afirmar que el cine de animación tuvo su esplendor, época dorada, en los noventa. Si, antes de la animación computarizada, donde los personajes no eran polígonos bonitos sino que eran guerreros de tinta y papel, doncellas en castillos y donde toda selva tenía su Simba. El estudio de animación japonesa, Studio Ghibli, es la resistencia. Y es por ello que la compañía del genio Hayao Miyazaki rompe todo presagio y vuelve al 2-D (del que nunca se fue) con Karigurashi no Arietti (Arrietty y el mundo de los diminutos, 2011) una película donde la casa y los protagonistas son chicos pero el corazón es enorme. 



Basada en la novela The Borrowers (Los Incursores, 1952) de la británica Mary Norton el filme nos introduce a la familia Clock, pertenecientes a la raza de ‘gente pequeña’ o ‘little people’, por su característico tamaño: son diminutos. Autoproclamados ‘buscadores’, son seres que viven al margen de la vida humana, precisamente por su condición exótica e inusual de caber en la palma de cualquier mano. Arrietty, la hija del matrimonio, conoce a Sho un joven humano que llega a la residencia que los Clock habitan por cuestiones de salud. Lo que al principio parece una búsqueda mutua de compañía, ante realidades solitarias, pone en peligro la exposición de Arriety y de los suyos. 



Esta vez la dirección corrió en manos de Hiromasa Yonebayashi, perteneciente al estudio, aunque el mismo Miyazaki (con sus 70 pirulos) supervisó personalmente la producción. Arrietty y el mundo de los diminutos no solo es un placer visual y sonoro (la banda sonora se las trae, créanme) sino que tiene un mensaje de aceptación, compañerismo y maduración personal que le pasa el trapo a cualquier historia sensiblera de Disney. Como Mononoke Hime (La princesa Mononoke, 1997) Sen to Chihiro no kamikakushi (El viaje de Chihiro, 2001) o Hauru no ugoku shiro (El increíble castillo vagabundo, 2005) Miyazaki dice como Britney, Oops… Porque simplemente lo hizo otra vez, su estudio se renueva con una historia de calidad, denotando originalidad y sentimiento en una propuesta contundente como Arrietty. 

La magia del Studio Ghibli reside en su afán por revalorizar el dibujo como medio artístico. Muy metódicos, como todos los orientales, sus películas van a otro ritmo del de las superproducciones animadas de hoy en día. Son pequeñas historias, son poesía embellecida con animación casi paisajista, cautivantes a la visión. Digo metódicos, porque se puede apreciar entre escena y escena la mano detallista, en los colores, en las formas, y en esa manera de contemplar el mundo, un estilo muy Ghibli. Un estilo que invita al espectador, más allá de su edad, a ser un niño durante el viaje de los personajes, algo que el estudio nipón, reafirma en cada nueva producción logrando que sus seguidores estén al pie del cañón, prometiendo fidelidad eterna al gran Miyazaki. Porque sus historias nos invitan a volver a nuestra niñez una y otra vez. Ese es su secreto a voces y la clave de su éxito, que por lo visto no merma con el pasar de los años.