Ecuación ganadora
La experiencia trae sabiduría, la repetición cierto habito, la llegada de una nueva mirada, una nueva persona, quizá cambie el panorama de todas tus estadísticas. Bennet Miller se calza el guante de catcher para atrapar a un público de las grandes ligas, al fanático y al escéptico. MoneyBall (El juego de la fortuna, 2011) embasa en la peculiar categoría de producciones engañosas en el buen sentido, pues aquí, poco y nada hablamos de deporte. Ya lo dijo Mickey Mantle ‘Es increíble cuanto puedes desconocer de un juego que has jugado toda tu vida’.
Tras una mala racha que le costó la pérdida de sus tres jugadores estrella, Billy Beane (Brad Pitt) el manager de los Oaklan Athletics, un reconocido pero lastimado equipo de Béisbol, decide dar vuelta el tablero radicalmente para revertir la situación actual de su club. Con la ayuda de Peter Brand (Jonah Hill), su nuevo e inexperto asistente, elabora un arriesgado plan basado en el análisis de estadísticas de rendimiento para estar a la altura de los mejores sin los millones que eso requiere.
Basada en hechos verdaderos trasladados del libro MoneyBall: The art of winning an unfair game (El juego de la fortuna: El arte de ganar un juego injusto) el trabajo de Miller sobresale. Es un verdadero mérito cautivar a un público no asiduo al deporte (En el que me incluyo) para demostrar que un juego como el Béisbol no es solo cancha y disciplina, sino mucho más que eso. Apoyada en la gran interpretación de Brad Pitt, que construye un personaje que oscila entre una gran dedicación y una emoción visceral, MoneyBall derriba varios mitos en el legendario juego norteamericano. Quizá el más valedero de todos sea, ‘No se apaga el fuego con más fuego’, adaptado a ‘No se combate al dinero, con igual o más dinero’.
Imposible obviar el trabajo de Jonah Hill quien demuestra que los actores de comedia pueden ejercer en otros campos y salir bien parados, lección que tal vez aprendió de otro de sus compañeros en la película, el brillante Philip Seymour Hoffman. El largometraje batea con fuerza ciertos prejuicios en el ámbito deportivo, en especial la valoración física como rango de perfección, dejando en evidencia el verdadero y único camino hacia el éxito: El trabajo en equipo.