viernes, 17 de mayo de 2013

Reviews: Spring Breakers (Spring Breakers: Viviendo al limite, 2013)







Niñas mal



Harmony Korine, el hombre detrás de 'Kids' y 'Gummo', cruza delicadamente su escudería al cine mainstream y pone a las chicas Disney en una para +18 en Spring Breakers (Spring Breakers: Viviendo al límite, 2013)








Cuatro universitarias (Selena Gomez, Ashley Benson, Vanessa Hudgens y Rachel Korine) cansadas de la mediocridad de la rutina emprenden un arriesgado e ilegal plan para escapar hacia el paraíso veinteañero yanqui: El Spring Break. Una vez allí, y como el descontrol solo trae más descontrol, las chicas terminan bajo arresto para ser rescatadas por Alien (James Franco), un gángster con corazón de oro, quien teñirá de negro sus vacaciones de bikinis fluorescentes.   

En su quinto, y quizá más grande filme hasta el momento, el director norteamericano juega sabiamente sus cartas para cautivar al público que lo vio crecer, y que su vez, paradójicamente, creció con él. Spring Breakers lo tiene todo para alistarse dentro del selecto grupo de obras consideradas de culto, desde lo visual, pasando por el soundtrack (Skrillex y Cliff Martinez, solo por tirar algunos nombres) hasta los elementos de la cultura pop (véase la icónica escena de ‘Everytime’) que se retuercen en un mundo prohibido y subversivo como prueba latente de que incluso el color más brillante, de buenas a primeras, se puede apagar. 





El gancho maestro, las chicas egresadas de la escuela de Mickey Mouse, Selena Gomez y Vanessa Hudgens, más una Pretty Little Liar, Ashley Benson, en una historia tan inocente como triple x a la buena de Dios, en manos de un soberbio James Franco, quien plantea un claustrofóbico juego del gato y el ratón, un scarface maquiavélico en clave pop con destellos de una dulzura sobreprotectora en el descarrilamiento del sueño americano en pos del Spring Break eterno.

La película que peca de repetitiva a lo WILD ON, no es un disco rayado en su forma conceptual. Cuál una luz de neón en la oscuridad: impacta. Korine utiliza ese exceso para enfatizar el rito americano en su más cruda expresión. Y lo logra.