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El director ganador del Oscar en 2012, Michel Hazanavicious crea caos en un actor chapado a la antigua cuando su propia disciplina se devela ante él con voz propia. No le temas. Hable con ella diría un conocido director español. Esto es The Artist (El Artista, 2012)
Corre la década del 30 y todo parece ir sobre ruedas para el actor estrella del cine mudo George Valentin (Jean Dujardin), reconocimiento y fama abrazan su cotidianeidad. La llegada de una nueva actriz a la industria, Peppy Miller (Bérénice Bejo) y un vuelco en la producción cinematográfica del viejo Hollywood, que incluye la implementación del sonido, el diálogo y la voz, tomarán forma como la caída del profesional de la expresión ante la incapacidad de convivir con el nuevo formato.
La obra de Michel Hazanavicious utiliza los recursos narrativos, actorales y estructurales del cine clásico como su arma de primera línea acompañado de lo que llamo ‘Método Matrioska’. The Artist es una película que habla sobre el cine, un sutil duelo entre el arco ficcional y el real, lo viejo y lo nuevo. Como la muñeca rusa, llena de capas conforme avanza. A diferencia de las Matrioskas el largometraje no es hueco, todo lo contrario, se encuentra lleno de elementos tradicionales del cine clásico que paradójicamente resultan innovadores en la actualidad: La inexistencia del dialogo hablado, la fuerte presencia de la música, el color limitado solo a dos alternativas (blanco y negro) y por sobre todas las cosas un trabajo corporal, físico, una majestuosidad de la expresión que convierte al espectador en un cómplice, lo hace parte de su entendimiento, sin más que una mirada o una sonrisa.
La historia se maneja dentro del terreno dramático con guiños cómicos/musicales (¡A no olvidarse de Uggie!) y funciona, gracias a sus dos protagonistas, como la fusión de dos eras, dos quiebres en términos técnicos del cine de la época. La caída del personaje de Dujardin es inversamente proporcional a la ascendencia del personaje de Bejo, mientras él golpea el suelo, sucumbe ante la miseria humana y el olvido, ella acaricia las mieles del éxito, la trascendencia. Mientras él conoce el anonimato en silencio, ella se convierte en una figura pública mediante su voz, la primera gran actriz del cine sonoro. Con un trabajo de guión, fotografía y banda sonora destacables podemos decir que Hazanavicious jugó implacablemente sus cartas en un año que homenajear al cine pareció ser regla fundamental. Y con resultados bestiales.