
¿Adónde está mi amiga?
Como el grotesco dirigido por Alejandro Doria logró romper
toda barrera generacional y permanecer en la conciencia popular para
convertirse en una película de culto inagotable. Velorio improvisado, lágrimas
de hipocresía y el inconfundible gen argentino. Pongan a hervir los ravioles y
llamen a Mamá Cora, vuelve Esperando la Carroza (1985).
Un nuevo domingo veraniego se avecina para los Musicardi, una
familia divida por los estratos sociales, asediada por los conflictos y tapada
por las apariencias. Mamá Cora (Antonio Gasalla), una anciana octogenaria, se
convierte en una presencia indeseada al no poder valerse por sí misma. El fin
de una mayonesa implica el nacimiento de un mal entendido que desencadena en la
temprana perdida una mujer que nunca murió.
Los orígenes de la película se remontan a la obra de teatro
creada por Jacobo Langsner estrenada en la banda oriental en 1962 por la
Comedia Nacional Uruguaya y dirigida por Sergio Otermin. Pocos años después
debido a la originalidad del texto y la repercusión que logró en teatro
“Esperando la Carroza” llegó a la televisión. Canal 9 la incluyó en un segmento
del popular ciclo “Alta comedia” en la década de los 70. Doria reclutó tras las
líneas del largometraje a dos icónicos artistas de la comedia, Antonio Gasalla
y China Zorrilla, quienes manejan la carroza a gusto y piacere. La caracterización
de Gasalla representó una verdadera hazaña para la época –El trabajo en
maquillaje, así como también la transgresión de ser un hombre interpretando a
una mujer- mientras que lo de Zorrilla es simplemente magistral, un verdadero
homenaje no solo a la comedia sino también al teatro. No es un dato menor
resaltar que ambos fueron respaldados por un equipo de actores de la vieja
escuela como Luis Brandoni, Betiana Blum, Mónica Villa y Enrique Pinti, todos
portadores de frases celebres y populares.
A 32 años de su estreno la raíz de este éxito debe buscarse
en la articulación minuciosa entre el género de la comedia costumbrista y la
identidad argentina. Un constante desfile de personajes fácilmente
estereotipados pero magníficamente interpretados. Esperando la Carroza funciona
como un espejo ácido de la sociedad de los 80 y de hoy, con virtudes y
defectos, de la miseria a la abundancia, de la vista gorda a la pena casi no
sentida. Un gran circo. Y ese es justamente su ingrediente secreto, reducir de
forma descomunal la realidad a un atroz absurdo. ¿De qué te reís? De todos nosotros me rio. Más claro, echale agua.
Esta humilde reseña está dedicada a Angelita Pardo.
Gracias por esa escena historica.